Tres... 


Pasé y tantas veces pasé por esa cuadra y tantas veces observé esa acera con esos tres árboles gigantescos desde mi altura.

Los vi colmados de hojas y trinos, entre las que desaparecían los carteles de oferta de la pizzería...
Los vi perder las hojas y reaparecer entre sus ramas el farol... mientras crujian las caídas a mi paso y el viento las adelantaba en mi camino.

Esa vereda tenía sus sombras, sus formas. Sus ramas rozaban las ventanas en el balcón de Cielo... y nunca faltaba una tortícolis de mirar y mirar... 

Quién iba a decir, quién, en qué fantasía, en qué sueño iba a prepararme para esta mañana. Por qué producen cambios tan bruscos los días destinados al descanso, al gozo, a la recreación, a la familia. 
Desde la acera de enfrente todo es cielo y fachadas y sobre las veredas solo los tres tocones de 50 cm y la lluvia corriendo por ellos.
Parece que todo lleva urgencia y los golpes en la tierra se suman 



Semana Santa;
un tocón rueda en el suelo
mientras golpean otro 




Tres tocones, tres hombres, unos contra los otros, unos en silencio y otros tronando con sus ruidos... 



sin sombras de los fresnos...
rebotan los picos
en la vereda 




Me alejo tan lento como puedo, el corazón latiendo con cada golpe, golpeado con tanto vacío. Giro en la esquina 



casi en silencio
rellena otra grieta el hombre.
enrojece el tilo




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