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Rondas
Quién
dijo que no hay tiempo... Al llegar a la plaza me detengo sin pensar en ello.
Rondas
pequeñas, rondas grandes de niños bajo el roble. Remeras blancas, algunas
azules y papeles que a veces se lleva el viento sin que nadie los atrape, sólo
los ojos y las sonrisas detrás de ellos. Ese mismo viento que en su paso hamaca
las hamacas solitas.
Un grupo
de tres varones sentados en el banco tumbado parecen mantener las palabras en
secreto bajo las sombras escalonadas de la araucaria.
Un perro
se acerca, alguien dejó olvidado un paquete junto a la fuente y en breve
también los perros forman una ronda sobre el papel.
Al fondo,
desde el playón... rítmicamente, para aquí, para allá las porras con otro
viento y esa melodía que a veces se va y otras se acerca.
Repentinamente
algo marrón recorre mi mano, el helado derretido me recuerda el tiempo
transcurrido. Cruzo la calle
sin trinos...
bajo el sol, el olor
de los ligustros
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