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Entre la vida y la muerte
Mediodía
de martes. Subimos al colectivo sin apenas espacio en el pasillo entre humanos
y bolsas de compras. Solo el sudor, el hedor recorre los intersticios.
Alguien
desciende y consigo un asiento para el largo viaje que espera. Ante la mirada
del resto, corro la cortina y abro la ventanilla, el aire de ese día de
diciembre empuja el vaho, y pone algo de brillo a las miradas. Luego, es
dejarme perder en el paisaje que discurre sin fin.
Las
pequeñas quintas lentamente se abren espacio a espaldas del mundo urbano
segado el trigo -
con los brazos en jarra
una silueta a la sombra
Dorados y
verdes. El llano y los álamos... todo a través del cuadrado de mi ventanilla.
Un
asentamiento a la vera de la ruta devuelve el bullicio por un momento y
un cielo verde
en el agua estancada
de la cuneta
El timbre
en el bus me estremece y vuelvo por un instante al asiento... pero el vuelo de
una paloma con una ramita en el pico lleva mi vista hasta el árbol frondoso
donde está armando su nido.
No
conozco el sitio hacia donde viajamos, solo la referencia que tras pasar las
torres de alta tensión debemos estar atentos.
Falta
poco para el descenso y siento una dualidad en mi alma. Quisiera seguir en ese
colectivo lleno de vida pero... frente a la puerta trasera, tocamos el timbre
entrando al crematorio -
bajo los pies el pedregullo...
y cuántos trinos
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