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Eran las horas de otra tarde, que parecían transcurrir más lentas que el tic, el tac del reloj.
La cama calma algunos malestares y ahonda otros, muda, silenciosa, compañera o enemiga, con más brazos que un pulpo y más adictiva que un alucinógeno...

Entre pocas cosas, extraño la respiración de mi perro, su presencia incondicional... El gato agregado es igual de silencioso y cariñoso, liviano como el aire, pero no tiene aquella mirada...

Hoy ha sido un día desahogado del tórrido verano de este siglo y no sé si es el aire quien se lleva consigo los pensamientos y  toman el color de esa mancha en la pared.

Me voy adentrando en el vórtice, giro a distintas velocidades... algunas cosas giran en mi entorno... y algunas cosas se desprenden de mí, mi masa se aliviana y se hunde... con facilidad.

Me encuentro con la nada, estoy y soy parte de la nada, del silencio mortal del todo.




Nunca se mueven
las alas extendidas...:
mancha en el techo
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