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Nuestra casa...
Era grande o así la veía cuando era pequeña.
Nunca más volví a 'nuestra casa'. Qué extraño decirlo, sí, esa fue 'nuestra casa propia' que duró lo que dura la niñez, tan pocos años y el recuerdo para toda la vida.
Nunca más volvimos a tener una casa propia, siempre fueron casas de otros a las que nunca aferrarse y así también fue mi vida, tan apegada por dentro, tan violentada de ello, exteriormente.
Era grande a mis ojos..., un salón de venta con una puerta de dos hojas y un portón de chapas, grande, por el cual se accedía a un enorme patio de portland alisado que brillaba con sol, lluvia, luna. Allí estacionaba el camión de reparto, mi padre.
La casa estaba construída a continuación del salón, hacia el centro de manzana. Ingresábamos por la puerta que daba al patio a un pequeño estar, los dormitorios y la cocina. Dentro de la casa, pocas vistas al exterior, una ventanilla en la cocina y una ventana en la habitación de mi padre. Todas las estancias se comunicaban por aberturas sin instalaciones... , era oscura y húmeda.
El baño, lo más moderno de la construcción, afuera, al final del gran patio, rodeado de quinta, jardín y lugar de juegos... (ese era mi mundo)
Fui feliz, mucho. Con una inocencia vergonzante.
Allí perdí
mi gato negro de brillantes ojos amarillos,
la paternidad de mi padre
y nuestra casa propia
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